jueves, 23 de diciembre de 2010

A mis compañeros


Hace cuatro meses llegué a una nueva ciudad con una maleta y un puñado de ilusiones. Al comienzo todo sucedió demasiado rápido, en apenas una semana tenía nuevo trabajo y un piso con dos compañeros tranquilos. Excesivamente tranquilos, hasta decir basta, que fue lo que me dije.

Dado que no me conformaba con tener solo un techo bajo el que dormir, decidí volver a jugármela a finales de septiembre y visité únicamente un piso. Aposté por él porque parecía ser justamente aquello que buscaba. No era nuevo, pero estaba cuidado, y el salón era grande y acogedor, dotado de una enorme televisión donde ver películas en compañía y un equipo de música que podría dar banda sonora a interesantes conversaciones a media luz.

En cuanto a lo más importante, los compañeros de piso, tampoco tenían mala pinta.

martes, 21 de diciembre de 2010

SINDEmagogia barata


Mantengamos la calma, no todo es tan grave. La Ley Sinde tendrá varias ventajas, pero sin lugar a dudas la más aplaudida – por los azulillos, justicieros del pueblo – será que el PSOE se está cavando su propia tumba. Por lo demás, reconozco que hace mucho tiempo desde la última vez que descargué música de forma masiva. Resultaba estresante disponer de varias discografías con veintenas de álbumes y deber escucharlo todo para validar la corrección de las pistas. Dos meses después de la tediosa tarea quedaban en el olvido, por los siglos de los siglos. En serio, ¿quién es capaz de escuchar todos los trabajos de Camela sin padecer urticaria? Al final, el sentido común nos hace selectivos y solo escuchamos una mínima parte de toda la basura electrónica que acumulamos en los discos duros.

¿Cuánto cuesta un álbum musical en formato digital? Si no me equivoco, no llega al euro por canción, de modo que los discos de artistas poco trabajadores no alcanzan los diez euros. Más se gasta la noche de fin de año, así que no nos echemos las manos a la cabeza.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Nacer


Esperando la hora del parto, con el cuerpo encorvado, lloraba un bebé dentro del vientre de su madre. No estaba solo, a su lado se encontraba su hermano gemelo, pero en cambio este no lloraba. Se conocían desde hacía nueve meses exactos y siempre había sido así; uno lloraba y el otro no. ¡No seas tan negativo!, le decía el optimista al pesimista, es imposible que el mundo que nos espera sea tan terrible como lo describes. Ambos hermanos habían mantenido numerosas conversaciones sobre lo que encontrarían en el mundo, y cada una de ellas siempre había acabado con la misma división de opiniones.

En el momento de nacer y ver lo que hay al otro lado, opinaba el optimista, nos daremos cuenta de que todo será prácticamente igual que ahora. Viviremos menos apretujados, pues en todo el mundo habrá espacio suficiente para que cada uno de nosotros tenga una enorme burbuja donde flotar y ninguno le usurpe el espacio a otro. Esa burbuja será como la bolsa en la que ahora estamos, con un líquido templado para no pasar frío ni calor.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Garrulos


Los trabajadores de la imprenta de un conocido periódico cuyo director es de ideología afín al régimen de Franco se han puesto en huelga. Militares armados han tomado el taller y se han hecho con el control de la situación a punta de pistola. Así se arreglaban las cosas durante la dictadura; así se arreglan durante la dictocracia.

Actualmente en España se vive una situación esperpéntica. Hace tiempo que dos partidos políticos con líderes incompetentes consiguieron eclipsar las demás ideologías. Ahora cada uno domina una parte de los medios de comunicación y parcializan la información a su favor. Sus políticas se basan en desacreditar al oponente mientras un país entero se ha sumido en una acuciante crisis en todos los sentidos: Económica, cultural y anímica. El pueblo ya no sabe si es soberano, se suben impuestos, se recortan libertades, y la palabra referéndum ha quedado en el olvido.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

La insoportable levedad del escritor


Un diario personal es una gran idea si no tienes más ambición que escupirte a ti mismo lo que llevas dentro, rumiar tus propias tribulaciones. Pero cuando el acto de moldear frases trasciende el ejercicio de la autocrítica, cuando sientes que tus creaciones merecen ser sacadas del anonimato, aparece el germen del escritor. En ese momento te felicitas y comienzas fervoroso tu carrera literaria. Sin embargo, para llegar a la meta no basta con ilusión. El camino resulta demasiado abrupto cuando urgen las obligaciones y existen otras preocupaciones en tu cabeza.

¡Qué terrible es querer escribir pero no poder! Llegar a casa y encontrarte tan cansado que no te sientes capaz de pensar con claridad. Pasar horas delante de una hoja en blanco, o leer incontables veces el mismo párrafo en busca de la perfección y no saber si está bien o mal. No poder contar una historia que se extienda más allá de las siete páginas porque la idea no termina de madurar. Tener la desoladora certeza de que poca gente lo leerá.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Hombre gris


Caminaba inexorablemente hacia un ataúd, escoltado por dos hombres grises, con rostro imperturbable y una cadena alrededor del cuello de la cual pendía su corazón seco, pero no protestaba, pues había asumido su rol perfectamente. Renunciaba definitivamente a perseguir las respuestas a los dilemas más universales, sin ser consciente de que las preguntas que generan tales respuestas se escondían tras él y le acabarían dando caza al final de su vida. No debería haber corrido tanto, sino haber parado un rato para esperar a que las preguntas pasaran por delante de él, pues con tanta prisa en ningún momento supo qué quería saber ni querer.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Santificados sean los domingos


Era domingo por la mañana. El dormitorio se encontraba iluminado por la débil penumbra que atravesaba las cortinas de la ventana. Sobre la cama, las sábanas y el edredón se arrebujaban con dos siluetas desnudas fundidas en un abrazo. Lo único que se escuchaba eran dos respiraciones acompasadas. Todo se había consumado, la ceremonia había terminado.

Uno de los cuerpos, el más delgado, se deshizo del otro con suavidad, le dio la espalda y se sentó al borde de la cama. Se recogió el pelo en un moño y se acarició el vello de la barba mientras contemplaba el alborotado suelo del dormitorio. Los hábitos que habían vestido durante la noche anterior ahora se dispersaban por todas partes. Husmeó el ambiente, aún se notaba algo cargado por la fumata posterior a la ceremonia. Escrutó con la mirada la superficie de la mesilla de noche, donde un cáliz esperaba a ser acabado, y tomó un cigarrillo de María también a medio terminar. Volvió a encenderlo y dio la primera calada.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Una mañana cualquiera


Otra vez esos estúpidos periodistas disparando con sus cámaras, ávidos de información. Afortunadamente, la educación que había recibido durante su juventud incluía el arte de posar con galantería y responder a las preguntas incómodas con un enigmático rictus y un leve alzamiento de cejas. De eso se convirtió en un auténtico maestro, y sabía con total seguridad que entre sus antecesores no se encontraba parangón. Tenía que sacar a relucir su mejor sonrisa para los periódicos y las televisiones, pues iba a resultar una jornada agitada: Dos ministerios desaparecidos, un ministro por aquí y otro por allá, una limpieza cada año y ni rastro de los elegidos en dos mil cuatro. Aquella cocina olía a podrido desde hacía tiempo, pero en lugar de cambiar las tuberías, prefería hacer lo propio con la pila donde se acumulaban los platos sucios dejados por los oponentes. Obviamente, los platos seguirían allí, pero entre tanto jaleo quedarían relegados a un segundo plano.

Enroque político. Qué gran jugada acababa de efectuar para quedar algo más protegido de los ataques de la oposición, que ya no sólo era azul, sino también roja, verde, morada e incluso arco iris.

jueves, 14 de octubre de 2010

Buena gente


Los sentimientos son estados temporales de nuestras vidas. Nos desplazamos continuamente entre unos y otros por medio de sinapsis a las que llamamos impulsos. Una acción externa provoca en nuestro sentimiento una reacción, el impulso, y aunque basamos toda nuestra existencia en la búsqueda del equilibrio, si en todo momento se recorre el mismo camino jamás se podrá conseguir. Acabamos formando un circuito cerrado de sentimientos e impulsos conocido como personalidad. La clave para alcanzar el estado deseado consiste en, llegado el instante adecuado, abrir el ciclo y moverse por nuevas pasiones. De esta manera habremos creado un nuevo rasgo de nuestra personalidad. Una vez que se alcanza el estado objetivo, es posible que se deba renunciar a toda acción externa que pueda perturbar la paz interior.

Pero seamos realistas. Para la mayoría de la gente, esta cruzada se torna un soberano coñazo, y lo normal es que acaben renunciando y se conformen con ser una chispa que se mueve a través de la red de sentimientos de una comunidad.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Huelga decir...


La alarma no había sonado, se despertó de puro cansancio. Dormir demasiado lo dejaba agotado y malhumorado. La luz nunca llegaba a atravesar el cristal traslúcido de la ventana del zulo de paredes blancas que algunos consideraban habitación. Allí dentro siempre era de noche. La lámpara fluorescente que iluminaba durante todo el día parpadeaba y emitía un zumbido característico que recordaba a un hospital siniestro. Le irritaba malvivir en ese cuarto.

Abrió la puerta y una ráfaga de frío atravesó el pasillo, pasó impúdica por entre sus piernas, e irrumpió en la habitación. Se le erizó el vello de todo su cuerpo. No soportaba las diferencias acusadas de temperatura entre el día y la noche, entre dentro y fuera, arriba y abajo.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Epílogo


Era una húmeda y calurosa mañana de finales de agosto. El sol me miraba de forma indiscreta por entre las hojas de las copas de los piadosos árboles que daban sombra a mi acalorada espalda. Me encontraba sentado en un banco de madera, contemplando un parque en el que nunca antes había estado. Me acompañaban una carpeta con informes, un plano de metro, una botella de agua y un reproductor de música. Hacía prácticamente una hora que había terminado mi última entrevista, y aún quedaba otra para la siguiente.

"Este estilo de vida me gusta. Ya veremos cómo será cuando encuentre mi nueva guarida", pensé.

Todo había sucedido demasiado deprisa. El parque rezumaba tranquilidad. Los bancos de enfrente se iban poblando poco a poco de gente; personas a las que conocía y de las que me separaban más de mil kilómetros. En mi banco sólo había dos acompañantes, cómo no, Conciencia y Cerebro.

lunes, 5 de julio de 2010

La luz


Sentado contra la pared que aún quedaba en pie, tarareé canciones que consiguieron alejar mi mente de la escena. Me sentía a salvo allí. Mientras tanto, el alcaide y el hombre gris se marcharon con la mercancía sin hacer ruido. La oscuridad fue cubriendo el yermo paisaje y el frío se instaló en mis venas, vacías de sangre caliente.

La luna llena se ocultaba tras las nubes. Los fuegos fatuos deambulaban por aquel cementerio, y aún había llamas sin extinguir. Bailaban con ráfagas de humo que adoptaban formas espectrales. Entre ellas había algunos personajes salidos de las manchas de humedad de mi desaparecida celda. Les grité para reclamar su atención, pero todos me ignoraban. En su mundo, yo era el espectro.

Algunos se alinearon y comenzaron a desfilar. Se correspondían con mis diferentes identidades en edades pasadas, ordenadas en sentido creciente. La primera era un niño de no más de dos años sentado en su carrito. Se afanaba en la tarea de morder la correa que lo mantenía asegurado, y lo empujaba otro niño más mayor ataviado con traje de marinero.

lunes, 31 de mayo de 2010

Setlist


Aparté la mirada de los dos hombres y me senté en el suelo, apoyando la espalda contra la pared. Me acurruqué y rodeé mis piernas con los brazos. Miré al cielo y era gris; miré al suelo y también era gris. Todo era humo y tierra baldía, donde estaban enterrados los huesos de los besos de la juventud que se me escapaba. Así, abrazado a la tristeza, suspiré por no poder convertir el ocio en mi día a día. Fui consciente de que los tiempos sin responsabilidades quedaban lejos. Me sentía pesado como los andares de un soldadito marinero tras su solitario regreso a "la cuisine de Bernard" del puerto.

"¿Qué mierda de vida es esta, que incluso los ratos de ocio hay que pasarlos mirando la hora?" Me lamenté. "Ya no quiero beber hasta perder el control a base de whisky barato y cerveza sin fuerza. Aunque los falsos valores se vendan tras una barra americana y en empresas de todo a cien, quiero seguir creyendo que aún existe algo de pureza. Si no, ¿qué es esa luz que procede del fondo del abismo?"

martes, 25 de mayo de 2010

Estraperlistas


Estaba agotado. Permanecí en estado de semiinconsciencia el tiempo que se tomó la lava para petrificarse y reducir las emisiones de vapores tóxicos. Los sentidos regresaron juntos a mi cuerpo; se agolparon y sufrí de una sola vez mareos, punzadas, arcadas y dolores por las quemaduras. Las nubes habían secuestrado al sol, y todo estaba inmerso en la oscuridad que despedían. Latón seguía junto a mí. Lo intenté mover, pero algunas partes de su maquinaria se habían quedado pegadas al banco. Empujé con más fuerza y conseguí tirarlo al suelo. Al despegarse produjo el sonido de un plástico que se rasga. Pura chatarra.

Me sentía cual náufrago aferrado a una balsa clavada en el fondo del mar. Estiré el brazo con sumo cuidado para tocar el suelo. Estaba caliente como el asfalto a media tarde de un día de verano, pero al menos no ardía. Me puse en pie y caminé hacia las ruinas de la cárcel, donde supuse que, de seguir existiendo, mi corazón seco lo encontraría allí.

Entre los escombros hallé el cráter que la erupción había abierto en el suelo.

sábado, 22 de mayo de 2010

El cargador de Eyjafjällajokull


Entré de nuevo en la cárcel acompañado por Cerebro, con la extraña sensación de haber pasado mucho tiempo fuera. Lo hice a disgusto, pero no tenía otra cosa que hacer. Obedecí por sistema.

Pasé de largo de la celda de Burns. No intercambiamos miradas. Nos habíamos convertido en enemigos no confesos. Ninguno de los dos nos lo habíamos comunicado, pero bastaba la nula convivencia que practicábamos. Si su vestimenta le daba buen porte en el hábitat natural de los hombres de negocios, en aquel lugar se me antojaba estúpido. Me sacaba de quicio a pesar de que, desde su llegada, Burns apenas había causado molestias. Pasaba los días en su celda cerrando acuerdos empresariales con un teléfono de última generación. Mientras conversaba, caminaba en círculos; se trataba del ritual del ejecutivo, cual si fuera la danza de la lluvia, pero en este caso, para atraer emolumentos.

Me senté en la cama. Conciencia aún seguía allí, y Cerebro había desaparecido. Comencé a agitar las piernas impacientemente. Me encontraba tenso. Tenía la sensación de querer hacer muchas cosas, y a la vez ninguna. Me levanté y di paseos cortos. Las paredes lucían tantas manchas que resultaba imposible no solapar las siluetas resultantes.

viernes, 30 de abril de 2010

En la memoria de todos


La idea de tener que despedirme de mis compañeros y emprender un viaje me excitaba. Salí al patio de la cárcel para tomar algo de aire fresco. Hojas de árboles y pétalos de flores eran arrastrados por un fuerte viento. Me encontraba completamente solo. Fui a sentarme al único banco que había. Consulté la hora de mi reloj, pero éste se había parado. Comencé a divagar.

¿Quién nos acompañaría? ¿A quién dejaríamos atrás? En realidad, sólo yo podía responder a tales preguntas. En un camino sin itinerario definido, con principio pero sin final, se antojaba inevitable distanciarse de muchas personas y acercarse a otras.

De pronto me sentí embargado por la ilusión del niño que espera impaciente los regalos de los Reyes Magos. Ya no me encontraba en el patio de la cárcel: ahora estaba subiendo unas escaleras a toda prisa. Una, dos, tres, hasta cuatro plantas. Me paré extenuado cuando llegué al último escalón. Una vez más, había sacado dos pisos de ventaja a mis competidores.

martes, 27 de abril de 2010

El hombre de hojalata


En el trozo de pared bajo la ventana residía una mancha de humedad peculiar. Era de líneas demasiado rectas y emitía un zumbido constante. El otro día, mientras contemplaba por la ventana el tránsito de una enorme masa de humo que iba devorando todo el cielo, me percaté de que el ruido había aumentado hasta hacerse molesto. Como si sirviera de algo, comencé a golpearla; no tardó demasiado tiempo en venirse abajo. Desde el otro lado soplaba una corriente de aire caliente y el zumbido se hacía más evidente. Una vez más, un hueco en las paredes de mi celda me estaba invitando a penetrar en la oscuridad.

Un ancho tobogán flexible de color gris y con surcos longitudinales partía de la base del hueco y se perdía varios metros hacia abajo. Pensé que sería divertido y me tiré. Lamentablemente, su base se hallaba unida a un muro de metal y me di de bruces contra él.

El lugar se encontraba repleto de marañas de cables multicolores. A diferentes alturas sobresalían varias placas metálicas con intrincados dibujos en relieve. Hacía demasiado calor y se escuchaban dos aspas girando a toda velocidad. El espeso flujo de aire que movían liberaba molestas partículas de polvo.

domingo, 4 de abril de 2010

Herejes de capirote


Un fuerte estruendo me desveló abruptamente. Afuera, en la llanura, se escuchaban tambores, cornetas y el murmullo de una multitud. La celda se encontraba abierta, y la puerta de la cárcel también. Al parecer todo el mundo se había echado a la calle. Aún uniformado con el pijama, me asomé para ver qué ocurría.

Era noche de luna llena. Cientos de personas desfilaban en silencio. Portaban cirios encendidos, vestían túnicas negras y sus rostros quedaban ocultos por capirotes. Tras ellos avanzaba un gran trono dorado. Transportaba la imagen de un hombre clavado en una cruz de pies y manos, únicamente vestido con un harapo que cubría sus partes pudendas. Sin duda, se trataba de la efigie de un pobre macilento con el cuerpo cubierto de sangre. Era mecido con la cadencia marcada por los tambores. Miles de hombres trajeados y mujeres con peinetas negras contemplaban la escena atentamente. También había gente que bebía y disfrutaba alejada de la procesión, aunque estos no se encontraban exentos de las miradas de desprecio de aquellos. En ocasiones el fervor reventaba y el público rompía en aplausos y vítores.

viernes, 26 de marzo de 2010

Burns


La otra noche, mientras contaba concienzudamente el número de parpadeos que un cursor emitía en la ventana, escuché un violento crujido de la pared del lado de la cama. Perdí la cuenta, y también un trozo de pared. Donde antes figuraba la mancha de humedad más destacada y rotulada de todas, el victorioso ejecutivo sobre el ingeniero yacente, ahora había un considerable agujero. Me asomé. El hueco no daba a la celda contigua, sino a un oscuro sendero. No lo dudé y entré en él.

"Hereje, ya ha llegado el primer testigo", dijo una voz en off. "¡Sigue el camino y apresúrate!"

El sendero se encontraba delimitado en ambas orillas por hileras de tristes árboles resecos tan agolpados que se antojaba imposible avanzar en otra dirección que no fuera la marcada por ellos. Avancé sin descanso hasta que la oscuridad dio paso a una zona abierta con algo de luz.

En aquel claro del bosque se distinguían tres personas. Se sentaban sobre tocones alrededor de una hoguera y parecían sostener unas ramas con las que se ayudaban para calentar malvaviscos. Me acerqué prudentemente y pude identificar a dos de ellos. Eran Cerebro y Conciencia, acompañados por un hombre vestido con chaqueta, camisa y corbata. Quizás aparentaba más años de los que realmente tenía y el escaso pelo que le restaba se esmeraba en cubrir una irremediable alopecia. No parecía estar disfrutando de la acampada.

martes, 16 de marzo de 2010

El abismo


El primer testigo llamado a declarar, un señor vestido con traje de chaqueta y corbata, se estaba retrasando por asuntos de negocios. La tregua concedida la aproveché para hacer una visita a uno de mis lugares favoritos.

Más allá de las puertas de entrada de la cárcel se extiende una inmensa llanura vacía, lugar por el que estuve vagando tiempo atrás. La cárcel sirve de frontera entre la desolación de ese paisaje y un enorme abismo, accesible desde el patio del recinto, puerta trasera de los presos que no asumen la realidad. Cuando necesito despejarme un rato y dejar de mirar por la ventana, paso allí las horas de recreo, dando la espalda a la celda y mis errores.

El abismo es la frontera entre el mundo de la cárcel y lo demás. Su pared es completamente vertical y lisa como un cristal. En las profundidades se encuentra la incertidumbre, lo que puede ser bueno o malo, o simplemente lo que puede ser o no. La vista de un ser humano es incapaz de alcanzar el fondo. Sobre el abismo hay montones de nubes itinerantes cuyos pasajeros inhalan plenitud. Y al otro lado, a una eterna distancia, dicen que hay otro precipicio, otra cárcel y otra llanura como la de esta orilla, lugares que nunca podré visitar porque se encuentran en una línea de tiempo paralela. Semejante visión acongoja a cualquier preso.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Cargos de conciencia


Ya comenzaron los juicios. La acusación la hacía mi conciencia, por quien fui traicionado y con quien no podría contar como abogado de oficio.

En un principio la citación iba a consistir en una toma de contacto. La sala únicamente se hallaba ocupada por el juez, mi conciencia y yo. Nos encontrábamos enfrentados, con el juez a un lado, y sentados en pupitres de colegio. El juez se atrincheraba, obviamente, tras una señorial mesa de profesor, con el mazo enhiesto y gesto de permanecer en continua alerta por lo que pudiera salir disparado de un lado a otro. El espesor del ambiente hacía indicar que tarde o temprano aquello se convertiría en un cuadrilátero de boxeo. El lugar me resultaba extrañamente familiar.

"Hereje, se te imputan multitud de cargos de conciencia". Con estas palabras abría fuego el señor de la peluca a lo Luis XVI. Definitivamente, aquello no sería un juicio corriente. "La acusación asegura disponer de pruebas suficientes como para que pases dentro de la celda el resto de tu vida. En concreto, los cargos son: Posesión de vehículos a motor, consumo de pastillas sin receta médica, involución mental, hartazgo congénito y sobrepeso genital, inconstancia en las tareas..."

domingo, 7 de marzo de 2010

Vuelta a las andadas


He regresado. De buenas a primeras, un par de mamarrachos me han amordazado y traído a empujones hasta la celda. Me temo que pasaré una nueva temporada aquí dentro, bien lejos del mundo real, aunque, si lo miro desde otra perspectiva, tampoco está tan mal; al fin y al cabo, la cárcel recibe visitas esporádicas de algunos conocidos míos.

Dicen que he vuelto a cometer numerosos errores, y por ello me someterán a un juicio introspectivo. Aducen tener suficientes testigos como para presentar una acusación con garantías de dejarme aquí encerrado de por vida.

Ya veremos si son ellos quienes me sentencian, o soy yo quien ejerce de juez. De lo que sí estoy seguro es de que nos lo vamos a pasar muy bien. Afilemos el lápiz.

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