miércoles, 24 de noviembre de 2010

Hombre gris


Caminaba inexorablemente hacia un ataúd, escoltado por dos hombres grises, con rostro imperturbable y una cadena alrededor del cuello de la cual pendía su corazón seco, pero no protestaba, pues había asumido su rol perfectamente. Renunciaba definitivamente a perseguir las respuestas a los dilemas más universales, sin ser consciente de que las preguntas que generan tales respuestas se escondían tras él y le acabarían dando caza al final de su vida. No debería haber corrido tanto, sino haber parado un rato para esperar a que las preguntas pasaran por delante de él, pues con tanta prisa en ningún momento supo qué quería saber ni querer.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Santificados sean los domingos


Era domingo por la mañana. El dormitorio se encontraba iluminado por la débil penumbra que atravesaba las cortinas de la ventana. Sobre la cama, las sábanas y el edredón se arrebujaban con dos siluetas desnudas fundidas en un abrazo. Lo único que se escuchaba eran dos respiraciones acompasadas. Todo se había consumado, la ceremonia había terminado.

Uno de los cuerpos, el más delgado, se deshizo del otro con suavidad, le dio la espalda y se sentó al borde de la cama. Se recogió el pelo en un moño y se acarició el vello de la barba mientras contemplaba el alborotado suelo del dormitorio. Los hábitos que habían vestido durante la noche anterior ahora se dispersaban por todas partes. Husmeó el ambiente, aún se notaba algo cargado por la fumata posterior a la ceremonia. Escrutó con la mirada la superficie de la mesilla de noche, donde un cáliz esperaba a ser acabado, y tomó un cigarrillo de María también a medio terminar. Volvió a encenderlo y dio la primera calada.

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