lunes, 27 de junio de 2011

Príncipe azul


A sus oídos habían llegado poemas acerca de un lugar lejano donde yacía un corazón dormido durante largos años y que esperaba ser despertado. Por lo que se contaba, se trataba de la oportunidad que había anhelado desde hacía tiempo. Él, un príncipe de cuento, se encontraba hastiado de sus tierras y de las princesas de los reinos vecinos que solo sabían perder zapatos, morder manzanas envenenadas y pincharse con ruecas. Había rescatado de las fauces del cruel destino a todas ellas, empero ninguno de aquellos romances hubo durado más que unos insípidos años que algunos trovadores, mediante hipérboles, convirtieron en por siempres. Necesitaba un cambio de aires, de modo que se había lanzado a la aventura a lomos de su refinado corcel.

miércoles, 22 de junio de 2011

Casiopea


Un montón de chatarra se agita entre una cantidad inmensa de basura. Por aquel lugar, un inmenso estercolero con montañas de basura en mitad de un infinito terreno yermo, no resulta común ver semejante hecho, dado que lo único que por allí se mueve suele ser el camión de reciclaje y sus ingentes toneladas de aparatos obsoletos que otrora vivieron tiempos mejores, si el verbo vivir, como ya ha quedado claro, puede ser aplicado a un montón de chatarra. Lo cierto es que dicha chatarra se mueve, y además parece nerviosa. En ella se intuye una bombilla cuya tímida luz parpadea a intervalos.

martes, 7 de junio de 2011

Politicosis


Sucedió que se extendió una nueva enfermedad a la que los epidemiólogos bautizaron como politicosis. A raíz de la misma, en la comarca se formó un auténtico escándalo, pues quienes se aquejaban de tan peligroso síndrome eran ni más ni menos que los más excelsos vecinos, gobernantes de confianza, de toda la vida. La mayoría silenciosa, los no infectados, se dejaron invadir por el pánico y enseguida tomaron cartas en el asunto, organizaron un levantamiento espontáneo y declararon en cuarentena el Ayuntamiento, sellando sus puertas para no dejar salir a nadie. Al cabo de los días, los enfermos, enajenados por su mal, comenzaron a arrojarse desde las ventanas y los desafortunados que sobrevivieron a la caída tuvieron que huir hacia un lugar donde fuesen admitidos. Al parecer la mayoría emigró a la Metrópoli, donde quizás encontraron a muchos como ellos, pero de entre los supervivientes hubo un único hombre que decidió ponerse bajo tratamiento. El médico de la comarca le aconsejó que se fuera distanciando de las prácticas políticas de forma gradual, pues el síndrome de abstinencia provocado por la interrupción de la actividad tendría efectos devastadores en su psique. Asimismo, le recetó trabajos sociales como medicación para combatir los síntomas.

domingo, 5 de junio de 2011

Campos de cultivo


El niño recorrió en pañales las calles del barrio musulmán, un arrabal de la metrópoli, salió de él y continuó decididamente hasta una vía de escape en la frontera, era demasiado joven para entender de normas. En ningún momento había aflojado la presión inconsciente con que aferraba el maletín, como si contuviera el último botín de su civilización.

Prosiguió con su incierto itinerario a través de un embaldosado gris, a cuyos lados se extendían brunas planicies sin más decorado que interminables surcos de tierra removida, y cuando ya no pudo dar un paso más se sentó en la linde del camino y volvió a abrir el maletín con curiosidad gatuna. Sus dedos rollizos exploraron más detenidamente y descubrieron un doble fondo donde se ocultaba un pequeño sobre con la inscripción "anti alopecia". Dentro del mismo reposaban unas cuantas píldoras diminutas, imaginó que eran semillas y se puso a jugar a los granjeros, las enterró en el suelo, siguiendo los surcos del terreno arado pero aún por cultivar, cual si fuesen la simiente de un vegetal, y cuando hubo terminado con ellas cayó dormido allí mismo, exhausto.

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