viernes, 29 de julio de 2011

Veintinueve


Existe una librería en mitad del camino de baldosas grises. No es una librería corriente, pues, para empezar, no hay dependientes y los libros no se compran. Además, no existen libros disponibles en tantas otras, se trata de un lugar donde cada libro es único y a cada cual le corresponde el suyo. Rara vez se te aparece la puerta de acceso, pero no dudes que, si te brinda la oportunidad, debes entrar y dejarte llevar por el tacto de los libros usados, de páginas amarillentas y aroma a humedad, encuadernaciones precarias, manchas de café y esquinas dobladas. Permite que el sentido que en numerosas ocasiones te eriza el vello sea quien elija en tu lugar.

jueves, 7 de julio de 2011

Mar de la desconfianza


En mitad del infinito desierto se encontraba un casi infinito mar con un islote rocoso en el centro, a cuya escarpada y yerma superficie hubieron llegado, tiempo ha, dos náufragos nativos de un lugar que quedó selectivamente olvidado por sus cerebros. Llevaban la cuenta de los días por medio de una larga serie de incisiones efectuadas con un cuchillo sobre el suelo pétreo, hasta que llegaron a circundar el área, el último día alcanzó al primero, y tuvieron que iniciar una segunda hilera. No tenían comida ni bebida, se alimentaban e hidrataban con la rica conversación mutua.

domingo, 3 de julio de 2011

Armageddon


La pasada madrugada se acabó el mundo. Varios asteroides colisionaron contra nuestro arcaico y extinto planeta y este se resquebrajó por los cuatro costados – con lo cual acabó por confirmarse que ni era esfera, ni geoide, sino un perfecto cubo de seis caras –. No se quejó, suficientes achaques tenía ya, y al fin descansa en paz, empero, el hombre se dio cuenta de cuán miserable había sido su alma e insignificante su cárcel de piel y hueso. Los astros se rieron de su efímera existencia y lo aplastaron con sus enormes zapatos como un elefante a una hormiga.

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