Otra vez esos estúpidos periodistas disparando con sus cámaras, ávidos de información. Afortunadamente, la educación que había recibido durante su juventud incluía el arte de posar con galantería y responder a las preguntas incómodas con un enigmático rictus y un leve alzamiento de cejas. De eso se convirtió en un auténtico maestro, y sabía con total seguridad que entre sus antecesores no se encontraba parangón. Tenía que sacar a relucir su mejor sonrisa para los periódicos y las televisiones, pues iba a resultar una jornada agitada: Dos ministerios desaparecidos, un ministro por aquí y otro por allá, una limpieza cada año y ni rastro de los elegidos en dos mil cuatro. Aquella cocina olía a podrido desde hacía tiempo, pero en lugar de cambiar las tuberías, prefería hacer lo propio con la pila donde se acumulaban los platos sucios dejados por los oponentes. Obviamente, los platos seguirían allí, pero entre tanto jaleo quedarían relegados a un segundo plano.
Enroque político. Qué gran jugada acababa de efectuar para quedar algo más protegido de los ataques de la oposición, que ya no sólo era azul, sino también roja, verde, morada e incluso arco iris.