miércoles, 20 de octubre de 2010

Una mañana cualquiera


Otra vez esos estúpidos periodistas disparando con sus cámaras, ávidos de información. Afortunadamente, la educación que había recibido durante su juventud incluía el arte de posar con galantería y responder a las preguntas incómodas con un enigmático rictus y un leve alzamiento de cejas. De eso se convirtió en un auténtico maestro, y sabía con total seguridad que entre sus antecesores no se encontraba parangón. Tenía que sacar a relucir su mejor sonrisa para los periódicos y las televisiones, pues iba a resultar una jornada agitada: Dos ministerios desaparecidos, un ministro por aquí y otro por allá, una limpieza cada año y ni rastro de los elegidos en dos mil cuatro. Aquella cocina olía a podrido desde hacía tiempo, pero en lugar de cambiar las tuberías, prefería hacer lo propio con la pila donde se acumulaban los platos sucios dejados por los oponentes. Obviamente, los platos seguirían allí, pero entre tanto jaleo quedarían relegados a un segundo plano.

Enroque político. Qué gran jugada acababa de efectuar para quedar algo más protegido de los ataques de la oposición, que ya no sólo era azul, sino también roja, verde, morada e incluso arco iris.

jueves, 14 de octubre de 2010

Buena gente


Los sentimientos son estados temporales de nuestras vidas. Nos desplazamos continuamente entre unos y otros por medio de sinapsis a las que llamamos impulsos. Una acción externa provoca en nuestro sentimiento una reacción, el impulso, y aunque basamos toda nuestra existencia en la búsqueda del equilibrio, si en todo momento se recorre el mismo camino jamás se podrá conseguir. Acabamos formando un circuito cerrado de sentimientos e impulsos conocido como personalidad. La clave para alcanzar el estado deseado consiste en, llegado el instante adecuado, abrir el ciclo y moverse por nuevas pasiones. De esta manera habremos creado un nuevo rasgo de nuestra personalidad. Una vez que se alcanza el estado objetivo, es posible que se deba renunciar a toda acción externa que pueda perturbar la paz interior.

Pero seamos realistas. Para la mayoría de la gente, esta cruzada se torna un soberano coñazo, y lo normal es que acaben renunciando y se conformen con ser una chispa que se mueve a través de la red de sentimientos de una comunidad.

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