viernes, 30 de marzo de 2012

Resaca


Vuelvo al trabajo un día después. Y todo sigue igual. Uno se queda con la sensación de haber perdido un día de sueldo en lugar de haber ganado un día de libertad de expresión, de haber sembrado una pequeña semilla para el cambio. Sí, todo seguirá igual. De la misma manera que tras unas elecciones, los grupos de trabajo se convierten en mentideros políticos donde caben todo tipo de opiniones. Es necesaria un poco de violencia, no, lo que se necesita es que se hagan más huelgas, una detrás de otra, y entonces sí que afectará, qué dices, lo que es necesario es liberarse del corsé protocolario y legal a que está sometido nuestro derecho a huelga. Pero todo sigue igual. La fuerza se nos va por la boca y acabamos agachando la cabeza para que nos coloquen el yugo. Más de uno que estuvo en las movilizaciones del 15M, pastillas de indignación efervescente disueltas en el vaso del tiempo, ahora tiene trabajo y ha hecho oídos sordos al clamor de una mayoría absoluta del pueblo, sus compañeros. Los intereses propios sobre los comunitarios.

martes, 27 de marzo de 2012

Cándida juventud


Yo, Cándido, inspector de sanidad, divorciado y con un hijo a cuya madre encarcelaron por tráfico y robo de medicamentos en el hospital donde trabajaba, jamás imaginé la que me iría a caer cuando, por motivos laborales, vine a vivir a este barrio. Aquí me reencontré con mi pasado más traumático, con un viejo conocido. O más bien debería decir enemigo irreconciliable.

Nada más mudarnos, el primer sábado decidí dar una vuelta con mi hijo, Damián, en busca de comercios pequeños. No me convencía el supermercado de la plaza central porque soy más de minoristas, y entre la variedad de tiendas me llamó la atención una carnicería con una pinta estupenda: lechones desollados, crudos, pendían sobre unos cuantos pollos desplumados y degollados, varias longanizas y unas ristras de chorizo en un escaparate que haría persignarse a cualquier católico vegetariano. Comencé a salivar cual león hambriento y entramos. Tras el cristal del mostrador me topé con un muñón, y, unido a éste, el resto del hombre, una aceptable sonrisa comercial.

lunes, 19 de marzo de 2012

Profundidad de campo


Anoche soñé que volvía a casa y nadie esperaba mi llegada. En cuanto crucé la puerta lo único que vino a recibirme fue un viento helado procedente de las paredes: Estaban vacías. La cuestión es que las paredes de mi casa se encuentran atestadas de fotografías, pero en el sueño tan sólo se veían las marcas de los montones de chinchetas. Creo que el aire procedía de aquellos huecos.

Aparta la vista del papel y vuelve a ocultarse en la sombra. Sus ojos me inquieren desde la penumbra. En la luz, una mitad de la mesa y yo. Me quedo callado.

Interesante... ¿Quién debería estar esperándole?, me pregunta al cabo de unos segundos.

viernes, 16 de marzo de 2012

La herencia de los treinta


—Buenos días, papá. Este año tampoco he faltado a la cita. Ya son treinta. Cómo pasa el tiempo, ¿verdad? Si nada me lo impide, situación que debes aclararme, y para eso he venido en horas tan mañaneras, haré una pequeña fiesta de cumpleaños en casa con Alex, dos compañeros suyos de trabajo y sus respectivas parejas. He tenido que prepararme para enfrentarme a los tópicos que le dicen a una en estos casos, tú sabes: Julieta, ahora toca hacer balance; Julieta, ¿crees que has hecho todo lo que habías planificado? ¡Pues claro que no, imbéciles! ¿No os acordáis de que no puedo tener hijos? ¿No os acordáis de que soy huérfana —por tu culpa, papá— desde mi noveno cumpleaños? ¿No os acordáis de que no he podido permitirme un único capricho por haber tenido que trabajar de camarera desde los dieciséis? Maldita sea, no sé ni por qué los invito. Por la insistencia de Alex, supongo...

lunes, 12 de marzo de 2012

Nuevos alumnos


Lunes por la tarde en el Ateneu Barcelonès. La clase llega a su ecuador. Un intermedio para descansar. Carme sale del aula tras la profesora. De entre los once alumnos, varios han atravesado la puerta de forma apresurada con un cigarrillo en sus manos. Otros se quedan vagando por el aula. Al cabo de un par de minutos, Sergio se marcha en silencio. Poco después, Adrián también sale, tácito.

El vestíbulo de la planta es amplio y de paredes diáfanas. Las escaleras quedan a la izquierda, con un montacargas victoriano entre la de subida y la de bajada, y un ascensor a la derecha. Enfrente, un pasillo poblado de muebles de roble que se pierde a ambos lados. Adrián toma el camino hacia allá, tuerce a la izquierda y se dirige a una zona diferente a la que acaba de dejar atrás. Montones de librerías cuyas vitrinas encierran libros cubiertos de polvo y moho. La iluminación es escasa y el ambiente húmedo. Más adelante, el suelo describe una leve pendiente hacia abajo. Al fondo se ve el acceso a los servicios.

lunes, 5 de marzo de 2012

La noche de los Santos Inocentes


El niño lleva llorando durante toda la noche en brazos de María, que se encuentra recostada sobre un montón de paja. La joven tiene los ojos hinchados y enrojecidos, le tiemblan manos y piernas. Suspira, se abre el cuello de los ropajes y se saca un pecho. Acerca al niño hacia el pezón, la criatura lo busca con su boca y comienza a mamar. Jesús no se tranquiliza y enseguida aparta la cabeza hacia atrás. María vuelve a ocultar su pecho. Los llantos llenan el aire, pero no es el único sonido de la noche. Mira a su alrededor. En el centro del pesebre, una lumbre titubea. A un par de metros de esta se encuentra una cuna acolchada con paja. Al otro lado de la lumbre, José duerme en el suelo. Acurrucados en una esquina, un buey y una mula duermen también. María se levanta pesadamente con Jesús en brazos y se acerca a la cuna. Recuesta al niño y lo arropa con una tela ajada. Lo mece durante unos segundos, pero sigue llorando. Deja de mecerlo y mira de nuevo alrededor. Los estómagos del buey, la mula y José se dilatan y contraen al compás.

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