lunes, 24 de noviembre de 2008

El enemigo


"Por fin te encuentro", dijo, a mi espalda, una voz profunda e hirsuta. Giré y vi mi reflejo en un espejo, sólo que no era tal: La persona que me hablaba era yo mismo, pero con el rostro más pálido, facciones acusadas, el pelo más largo, y la mirada oscura e inquisitoria. Su imagen rezumaba una maldad innata.

"¿Quién eres?", fue la única pregunta absurda que salió de mi boca.

"Considérame a partir de ahora como tu psicólogo", contestó, experimentando su tono de voz una ligera inclinación hacia la sorna. "Estaré siempre vigilándote y apareceré en los momentos más complicados para ofrecerte mi ayuda; gracias a ella saldrás bien reforzado, bien hundido. Mira". Extrajo del bolsillo de su pantalón una pastilla intacta, semejante a las que tanto deseaba tomar desde aquella primera vez en mi celda y no consumía desde hacía días, y la mostró sosteniéndola con sus dedos. Mis labios estaban agrietados por la sequedad; intenté sin éxito lubricarlos con mi propia saliva. "Seguro que las recuerdas, y sabes los efectos que tienen. Yo me ocuparé de administrártelas cuando considere oportuno; no es bueno acostumbrarse a ellas, porque terminarías desarrollando una adicción fatal por las cosas buenas que aporta". Volvió a depositarla en su bolsillo. "Esta misma noche regresarás a tu celda y sólo saldrás de allí cuando se te requiera, pues aún no eres digno de convivir con el resto de la gente. No te preocupes por el recibimiento, no recibirás un castigo excesivo a tu vuelta; estamos acostumbrados a tener que amansar a tipos como tú. Más que nunca, has de estar atento a tu ventana, ya que por ella recibirás avisos y deberás obedecer las instrucciones que en ellos haya escritas. Generalmente en todos los casos será necesario salir de la prisión, pero, dado que ya sabes cómo hacerlo, no te debería suponer un problema repetir la maniobra. ¿Tienes alguna pregunta?"

"Apareces y ni siquiera me dices tu nombre, aunque, oyendo tu discurso, prefiero no saberlo. ¿Qué tipo de pruebas y qué ayuda me vas a ofrecer?", pregunté, conturbado.

"Las pruebas se cimentarán en el decálogo de nuestro Ministerio, asegurando que todo hereje termine cumpliendo fielmente cada una de las leyes". Calló, para proferir a continuación una sonrisa maligna acompañada con una profunda respiración. Después añadió: "Mi ayuda consistirá en hacerte la vida imposible. Te vilipendiaré por tus equivocaciones, por aquello que pudiste hacer y lo que no, hasta que te devores por dentro. Taladraré tu mente cuando desees hacer algo en contra de tus principios, y la sembraré con la confusión. Cuando logres ignorarme y hacerme desaparecer, serás un miembro más de nuestra comunidad; si no lo consigues, míralo por el lado bueno: Tendrás carnaza suficiente para publicar, desde la celda, tus vivencias en un weblog".

"No te creo. ¿Quién eres en realidad?", volví a preguntar, reticente ante lo que acababa de oír. Ufano, sentenció:

"¿Acaso lo dudas? Soy tu peor enemigo; soy tu conciencia".

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si has de decir algo, dilo ahora... o cuando puedas.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...