viernes, 29 de abril de 2011

Agente Esfínter


Un sonoro pedo retumbó sobre el alicatado verde de las paredes y entonces se sumió en un profundo relax. Nunca había sido un asiduo de los servicios públicos, empero en cuanto lo concibió como una manera de imputar horas provechosamente vacuas, tuvo que reconocer la utilidad de los mismos y decidió entrar en el mundo de los esfínteres ufanos.

La vergüenza aún lo reprimía, prefería entrar en el servicio cuando no hubiese nadie, ídem para salir del mismo. De este modo, comportándose con discreción, se había convertido en el fantasma del cuarto de baño, una presencia incorpórea e inescrutable para los mondongos inquietos. En realidad, la consecución de la obra no le suponía más de cinco minutos, pero él decidía prolongar el proceso hasta los veinte, a veces treinta. El motivo no era otro que espiar sonidos y conversaciones ajenas para absorber chismes y asuntos más serios mientras registraba todo en su cuaderno de campo camuflado entre las fibras de celulosa de un rollo de papel higiénico. Así, afinando el oído a diario, estaba elaborando un minucioso estudio estadístico acerca de los hábitos de sus compañeros de trabajo.

miércoles, 20 de abril de 2011

Los Reyes Magos del lejano sur


El sábado por la mañana del primer fin de semana de abril se despertó con un nudo en el estómago, la agónica ilusión del niño que espera la llegada del día de Reyes; por primera vez irían a visitarlo. Tendría que arreglar la habitación, darle un pequeño lavado de imagen y poner orden. Todo debería estar impecable, los Reyes no se personificaban a cada momento precisamente. Se enjuagó la cara en el cuarto de baño y analizó su aspecto en el espejo; se percató de que le hacía falta un afeitado para poder mostrar su mejor sonrisa. Después de una reconfortante ducha, almorzó con sus compañeros de piso y se unió a una animada tertulia de sobremesa en la terraza. Miró el reloj; como siempre, llegaría con retraso a su cita. Comprobó que todo estaba como debía, nada faltaba en sus bolsillos y se apresuró a tomar el tren con destino al aeropuerto.

Los Reyes Magos no eran tres, sino dos, y no habían llegado en camellos, sino en un avión de bajo coste. No portaban alforjas con regalos, sino dos maletas con ropa para seis días. Y no venían de oriente, sino del lejano y empobrecido sur.

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