martes, 31 de mayo de 2011

Despertar entre el barro


No podía calcular cuánto tiempo había permanecido boca abajo, saboreando el barro. Solo recordaba una densa oscuridad, no la generada por la ausencia de luz, que la había, sino la provocada por la certeza de haber perdido el rumbo en una efímera y torpe batida de alas. A su mente logró traer de regreso las causas de aquella posición tan comprometida. Una larga caída después de haber posado los pies en el vacío que llenaba un abismo. Y una gran explosión, y palomas muertas, y ataúdes vacíos flotando en la lava. Y algo más lejano, una luctuosa celda. Tras él, una pared interminable rasgaba las nubes de un cielo que se le venía encima.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Stairway to heaven


Acaban de modificar el mecanismo de los ascensores en mi empresa. Ahora solo ascienden, y directamente hasta la azotea. Los jefes han dicho que, si alguien decide dar por concluida su jornada laboral, ya sabe por dónde está la puerta.

domingo, 15 de mayo de 2011

Entropía


Tras pasar la noche en vela aún no la había localizado. Debía encontrarse en alguna parte, y ello le conturbaba cual si los axiomas de su consciencia estuviesen apoyados sobre una pelota hinchable. En aquel cuaderno tampoco estaba. Lo arrojó al suelo, los ojos irritados y el tacto de la mano cubierto por un sudor frío, y pasó al siguiente de una pila que contenía todos los que estaban pendientes de evaluar. El profesor estaba absolutamente seguro de que, perdida en una página de alguna libreta, una línea horizontal de la cuadrícula describía una leve curva y rompía el paralelismo con las demás.

jueves, 12 de mayo de 2011

Voto por correo


En una mano, un sobre: Elecciones locales.

En la otra, unas cuantas papeletas.

En el cuarto de baño, los ecos de camisetas azul y grana desviviéndose por un incierto trofeo.

En la pared, un portarrollos vacío.

En mi cabeza, la primera candidatura descartada.

viernes, 6 de mayo de 2011

Algo que había olvidado


Llegaba tarde a un compromiso y de soslayo se percató del local que acaba de dejar atrás, en el que hasta entonces nunca había reparado. Precisamente hoy, que tenía tanta prisa. El letrero rezaba "Besos a la carta". Extraña palabra aquella, besos. Sonaba a algo cálido y dulce como un vaso de leche templado antes de dormir una noche de invierno, delicado como un susurro en un templo sagrado, plácido como una siesta sobre una balsa flotante en un vasto océano de sosiego. Por eso entró, porque tuvo el presentimiento de que a buen seguro tendrían los mejores besos del mundo, con virutas de chocolate, fideos de colores y remolinos de caramelo. Y como aún no había desayunado, entró en aquel misterioso comercio.

lunes, 2 de mayo de 2011

Yo maté a Bin Laden


Cuando recibió el aviso de que marchaba a cumplir una importante misión para su país y, faltaría más, el resto del planeta, se mostró algo suspicaz. Se había casado hacía dos años y varios meses después había sido padre de dos hermosas mellizas.

—Me voy a la guerra.

Y se marchó sin añadir más, el rictus contristado, el rifle firme sobre el hombro, la pistola marcando el compás militar de su cadera. Y tres inmóviles siluetas soldadas con aflicción lo miraron desde la puerta por la que acababa de escapar un pedazo de sus vidas cuyo retorno se antojaba dolorosamente incierto, al menos para la figura que sostenía en brazos a las otras dos, pequeñas criaturas que no comprendían del todo lo que estaba aconteciendo, tan solo que su padre salía de casa.

En ningún momento pudo imaginar que aquella misiva de su gobierno desembocaría en la mayor historia que podría contar a sus futuros nietos, pues allí, en un oscuro rincón de Abbottabad, se hallaba una rata acorralada de cincuenta y cuatro años de edad. Su cuerpo desvaído apenas oponía resistencia. Parecía como si no quisiese escapar.

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