jueves, 20 de septiembre de 2012

Chaparrón


Aguantando el chaparrón

Ir al trabajo en bicicleta bajo un intenso aguacero y haber sido consciente de ello antes de salir de casa tiene algo de infantil y un poco de canalla. Rompe de pleno con el corsé de empresa, sin ser acusado de falta de higiene personal o no cumplir las normas de etiqueta, y a la vez te traslada a la época en la que el pequeño yo calzaba katiuskas y saltaba de charco en charco antes de llegar a casa. Ducha templada y comida en la mesa. Bendita inocencia.

Pero en la oficina, en lugar de esperarte tu madre con mirada severa aunque condescendiente, te recibe el látigo del jefe con una sarta de palabras de agradecimiento para ti: las modificaciones que realizaste ayer no funcionan, este proceso falla, esta tabla no existe, las cosas se deben probar, esto tenía que estar terminado hace semanas. La ropa mojada, los bajos de los pantalones salpicados de barro, antes graciosas e infantiles, ahora relucen grotescamente como andrajos. Ay, empezaste el día con mal pie...

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