lunes, 10 de noviembre de 2008

Lo prohibido


Las últimas cuarenta y ocho horas las he pasado con el cuerpo suspendido en mitad del éter y la cabeza anegada en un mar de delirios.

El sábado por la mañana los guardias de la prisión me suministraron la medicación semanal, según dicen, necesaria para "mantener las ideas frías". Como persona sumisa que acepta con resignación su condena, las tomé. Sin embargo, esta vez, entre las cápsulas, se coló una pequeña intrusa que me hizo perder la consciencia y entrar en un estado de euforia alucinógena.

Hoy he despertado con una migraña terrible que ha durado el tiempo empleado en dirigirme hacia la ventana y contemplar a través de ella un cielo azul radiante.

El viaje realizado durante estos dos días, y la claridad del cielo meridiano, han despertado en este pobre ser deseos de hacer algo diferente, cometer alguna locura. Algo prohibido. Quiero escapar de esta prisión y ser partícipe, al menos durante unos segundos, de la puesta a punto de la maquinaria que hace mover el universo. Demostraré a todos que se confundieron cuando me confinaron en esta celda.

Necesito un plan de fuga.

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