miércoles, 10 de marzo de 2010

Cargos de conciencia


Ya comenzaron los juicios. La acusación la hacía mi conciencia, por quien fui traicionado y con quien no podría contar como abogado de oficio.

En un principio la citación iba a consistir en una toma de contacto. La sala únicamente se hallaba ocupada por el juez, mi conciencia y yo. Nos encontrábamos enfrentados, con el juez a un lado, y sentados en pupitres de colegio. El juez se atrincheraba, obviamente, tras una señorial mesa de profesor, con el mazo enhiesto y gesto de permanecer en continua alerta por lo que pudiera salir disparado de un lado a otro. El espesor del ambiente hacía indicar que tarde o temprano aquello se convertiría en un cuadrilátero de boxeo. El lugar me resultaba extrañamente familiar.

"Hereje, se te imputan multitud de cargos de conciencia". Con estas palabras abría fuego el señor de la peluca a lo Luis XVI. Definitivamente, aquello no sería un juicio corriente. "La acusación asegura disponer de pruebas suficientes como para que pases dentro de la celda el resto de tu vida. En concreto, los cargos son: Posesión de vehículos a motor, consumo de pastillas sin receta médica, involución mental, hartazgo congénito y sobrepeso genital, inconstancia en las tareas..."

"¡Protesto!", exclamé.

"¿Ya? Ni siquiera he terminado de recitarte los cargos", se extrañó el juez.

"Es que no le veo demasiado sentido a este juicio. ¿Qué pasa si en realidad quiero, por voluntad propia, permanecer el resto de mi vida dentro de la celda?"

"Te aseguro que tarde o temprano querrías volver a escapar en mitad de la noche y ponerte ciego de cervezas". Apostilló mi conciencia. "Demasiadas caminatas de regreso he tenido que soportarte."

"¡Orden en el cuadrilátero! Sólo pido un poco de respeto entre ambas partes. Al menos, durante esta sesión". Tras una corta pausa, el juez prosiguió con su letanía. "Los cargos son, además de los anteriormente enumerados: Trastornos bipolares, brotes de generosidad interesada, pronunciación del nombre del Dinero en vano, compra de revistas sin intención de leerlas, ensimismamiento, falta de información y pérdida de los ideales. Eso parece ser todo."

"Que yo recuerde, sí. Los testigos podrán ayudarnos a completar la lista", dijo mi conciencia.

"Exijo un abogado."

"Aquí no hay abogados", volvió a apostillar la acusación. "Los hombres resuelven sus conflictos hablando entre ellos, no por mediación de otros."

"Querrás decir discutiendo con ellos mismos, maldito desertor", me defendí. Noté un débil eco en la sala, "esto está demasiado vacío. Faltan muebles."

"Hereje, me percato de que has venido un poco a ciegas. Perdona por no haberte puesto en situación. Vamos a juzgarte, pero ante todo somos civilizados. Imagino que la acusación ya la conocerás, su nombre es Conciencia, y un servidor se llama Cerebro. Estamos reunidos en tu cabeza, y sí, es hora de que la amuebles un poco. Creo que ya es suficiente por hoy. Se levanta la sesión."

3 comentarios:

  1. Grata sorpresa tu vuelta.
    Seguiremos tu pluma.

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  2. Más intuitivo "opiniones"! como se nota que controlamos de usabilidad jejeje

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  3. Sí, más intuitivo, pero no lo más apropiado, porque Blogger no me dejaba poner "comentarios", así que mientras no encuentre un sinónimo mejor, se tendrá que quedar "opiniones".

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