viernes, 30 de marzo de 2012

Resaca


Vuelvo al trabajo un día después. Y todo sigue igual. Uno se queda con la sensación de haber perdido un día de sueldo en lugar de haber ganado un día de libertad de expresión, de haber sembrado una pequeña semilla para el cambio. Sí, todo seguirá igual. De la misma manera que tras unas elecciones, los grupos de trabajo se convierten en mentideros políticos donde caben todo tipo de opiniones. Es necesaria un poco de violencia, no, lo que se necesita es que se hagan más huelgas, una detrás de otra, y entonces sí que afectará, qué dices, lo que es necesario es liberarse del corsé protocolario y legal a que está sometido nuestro derecho a huelga. Pero todo sigue igual. La fuerza se nos va por la boca y acabamos agachando la cabeza para que nos coloquen el yugo. Más de uno que estuvo en las movilizaciones del 15M, pastillas de indignación efervescente disueltas en el vaso del tiempo, ahora tiene trabajo y ha hecho oídos sordos al clamor de una mayoría absoluta del pueblo, sus compañeros. Los intereses propios sobre los comunitarios. Que no se escuden en las diferencias, en la espontaneidad de aquello y la farsa de esto. Yo me paso por el forro lo que digan los sindicatos, me uno a la manifestación en una esquina que no tenga nada que ver con ellos y tan contentos. Porque el derecho a huelga, a manifestarse, a abrir la boca y a protestar nos pertenece a todos los ciudadanos, no a los sindicatos, por mucho que las convoquen ellos. ¡Pero es que todo sigue y seguirá igual! De nada sirve protestar contra el sistema, acorde a las normas del sistema, sin descarriarse, como borreguitos, porque al final las huelgas generales y las manifestaciones se acabarán convirtiendo en el día del orgullo sindicalista.

Creo que hice huelga porque leo. Porque, tras haber acompañado el devenir de los protagonistas en distopías como 1984 y Un mundo feliz, estoy viendo que la realidad ya casi alcanza el dorsal de estas dolorosas ficciones. Por eso hoy, al volver al trabajo, me ha podido la desazón. Me apena pensar que la llave para que todo cambie la tengan los violentos. No nos engañemos, ante el poder del Dinero no hay voces que valgan cuando nosotros mismos estamos condicionados por Él. ¿Cuántos de los que se manifestaron ayer pudieron resistir la tentación de comprar, aunque tan sólo fuera una botella de agua? Comprar, consumir, ¡gastar! Estamos protestando contra un sistema que nosotros mismos alentamos y del cual dependemos. El sistema no está desgastado, están desgastados los engranajes, nosotros, y para que siga funcionando bastará con cambiar las piezas defectuosas. Sí, la llave del cambio la tienen los violentos. Y a menos que la Primavera Árabe cruce el Estrecho, todo seguirá igual. Corrijo. Todo irá a peor. Para los de a pie, claro.

Sólo queda someternos y, de vez en cuando, levantar la voz como un adolescente que se rebela contra sus padres. O armarnos hasta los dientes. ¿Qué si no?

2 comentarios:

  1. Yo tampoco soy muy optimista, creo que el cambio está en nosotros mismos y no creo que muchos estén dispuestos a cambiar, vociferar no sirve para nada si no cambiamos nuestros principios y renunciamos a nuestros Dioses.

    Un abrazo,

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    Respuestas
    1. No lo habrías podido resumir mejor, Esperanza.

      Un abrazo.

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