viernes, 29 de julio de 2011

Veintinueve


Existe una librería en mitad del camino de baldosas grises. No es una librería corriente, pues, para empezar, no hay dependientes y los libros no se compran. Además, no existen libros disponibles en tantas otras, se trata de un lugar donde cada libro es único y a cada cual le corresponde el suyo. Rara vez se te aparece la puerta de acceso, pero no dudes que, si te brinda la oportunidad, debes entrar y dejarte llevar por el tacto de los libros usados, de páginas amarillentas y aroma a humedad, encuadernaciones precarias, manchas de café y esquinas dobladas. Permite que el sentido que en numerosas ocasiones te eriza el vello sea quien elija en tu lugar.

Cuentan que hubo una persona que encontró un libro muy especial. Llevaba tiempo sin leer, apenas si le motivaban las lecturas pues no llenaban su vacío interior. Entonces encontró la puerta de acceso a la librería en mitad del camino de baldosas grises y, una vez dentro, sus dedos comenzaron a recorrer de forma inconsciente los abultados lomos de libros usados, libros antiguos, libros ancestrales. Las yemas se detuvieron en uno en concreto. Recordó. Una vez tuvo aquel libro entre sus manos, lo había leído y vuelto a leer una y otra vez, hasta prácticamente memorizar el texto, pero ya había olvidado el favoritismo que por él llegó a tener. Lo retiró de la estantería y lo abrió por una página aleatoria. Su espalda se estremeció con un escalofrío. Allí estaba, la dedicatoria escrita del puño y letra de quien fue su más intenso romance. Después de haberlo arrojado a la basura, tras mucho tiempo alejado de su perfume envenenado, aquel regalo de amor que a la postre se convirtió en un charco de resentimiento había vuelto a él. Recordó un poco más. Él, en respuesta a aquel libro, le había escrito otro, usando dedos y labios, en su espalda, directo a la espina dorsal. Cuando todo hubo terminado, él se pudo deshacer del libro, pero ella, en cambio, tuvo que llevar el recuerdo acariciado en su espalda para toda la vida. Y sin embargo, la historia de aquel libro volvió a él cual bumerán. Poco importaba lo que las palabras dijeran en cada página disecada, pues sin darse cuenta se encontraba leyendo de forma compulsiva lo que no se veía, las historias que encerraban los espacios en blanco como impresas con zumo de limón.

Leyó el pasaje de los nervios antes de la primera cita, y después el del primer amanecer mirándola embelesado a la cara mientras ella dormía. A continuación se trasladó al capítulo donde se embriagaban con vino blanco sentados en el suelo de una rambla al tiempo que escuchaban música, cada uno con un auricular, aislados del mundo. Se estremeció con el recuerdo de una noche de San Joan en la playa, aún conservaba arena en los bolsillos. También se pudo deleitar con la descripción del atardecer de una civilización extinta en un mirador para dos, oculto a los ojos de los transeúntes, donde por primera vez se atrevió a recitar poesía. Y entre muchos más episodios, ojos que reían, bocas que miraban, narices que besaban, mejillas que acariciaban, piernas que abrazaban, un torbellino de sensaciones que lo elevaban impetuosamente a la cima de su plenitud.

Y de pronto, en cuanto llegó a la que siempre había considerado la última página del libro, descubrió que aún quedaban muchas más por leer y que además tenía sed.


PD: Dejaremos reposar las teclas durante el mes de agosto. Hasta entonces, feliz verano, ¡y no olvidéis leer las entradas que os quedan pendientes!

8 comentarios:

  1. "Y aún me atrevo a amar
    el sonido de la luz en una hora muerta,
    el color del tiempo en un muro abandonado."

    Gracias

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  2. Ojalá me encontrase más a menudo con esa puerta de acceso que me lleva hasta aquí, amigo.
    Hoy vengo a agradecer. A agradecerte que sea este, el sitio de las historias a destiempo, el lugar desde el que más personas llegan a mi (maldito) cristal. Gracias. Díselo de mi parte a gallipato parlante, por favor :D
    Carlos

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  3. José Luis, "Anónimo" (aunque sé quién eres), Felpergar y Cádiz (también sé quién eres, Cádiz...): Gracias por venir, por agradecer, y por desearme un feliz verano, que lo fue, y mucho, a ratos, y a otros, no tanto.

    Carlos: Perdón por haber tardado tanto en responderte. Me alegra saber que sigues con blogvida, y gracias por tu agradecimiento, valga la rebuznancia. Se las daré de mi parte al gallipato, que ahora mismo está revoltoso por tanta lluvia. Por cierto, si puedes, actualiza tu enlace al harto extinto blog del gallipato, y cámbialo por este :)
    ¡Un abrazo!

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  4. Como no está en historias favoritas??? si leyéndola se puede hasta oler esa librería...
    Toda una sorpresa para mi este rincón, me alegro mucho de haberlo encontrado.
    Saludos. Mar.

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  5. Mar, si no está en historias favoritas es porque, en el momento en que confeccioné la lista, otras me gustaban más.
    ¡Gracias!

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