lunes, 19 de marzo de 2012

Profundidad de campo


Anoche soñé que volvía a casa y nadie esperaba mi llegada. En cuanto crucé la puerta lo único que vino a recibirme fue un viento helado procedente de las paredes: Estaban vacías. La cuestión es que las paredes de mi casa se encuentran atestadas de fotografías, pero en el sueño tan sólo se veían las marcas de los montones de chinchetas. Creo que el aire procedía de aquellos huecos.

Aparta la vista del papel y vuelve a ocultarse en la sombra. Sus ojos me inquieren desde la penumbra. En la luz, una mitad de la mesa y yo. Me quedo callado.

Interesante... ¿Quién debería estar esperándole?, me pregunta al cabo de unos segundos.

Me intento arrellanar en la silla. No encuentro la manera de acomodarme. Hago la ola con los dedos de los pies, molestos por la presión de los zapatos. Nadie, vivo solo.

No me refiero a la realidad, sino al sueño, me replica.

Ah, bien.

Dígame: ¿Quién debería estar esperándole?

Lo cierto es que en el sueño tampoco debía haber alguien en casa, sencillamente, de pronto fui consciente de que vivía solo y tuve miedo.

¿Quiénes salen en esas fotografías suyas?

Mujeres.

¿En general, o algunas en especial?

En general.

Me lanza la temida pregunta: ¿De dónde saca tales fotos?

Trago saliva, tomo una gran bocanada de aire y la vuelvo a expulsar. Soy aficionado a la fotografía, tengo varias cámaras con teleobjetivos, y... Pero en ese momento me retraigo, no me atrevo a continuar.

No se corte, prosiga, me anima. Su sonrisa es triunfal. En qué me he metido, pienso.

Todo empezó cuando llegó al bloque de enfrente la vecina del tercero. No puedo decir que hasta entonces no me hubiera interesado por el vecindario, aunque no de aquella manera.

¿De qué manera?

Bueno, en realidad...

Sí, sí, siga.

... En realidad fue ella quien me provocó. La vi por primera vez mientras sacudía las migajas de pan del mantel desde mi galería. Ella salió al balcón casi desnuda, vestida con un exiguo biquini blanco. Recorrió el patio de vecinos con la mirada. Sé que me vio. Entonces se recogió el pelo con gracia y, fingiendo indiferencia, se empezó a poner crema por el cuerpo. Primero un brazo, después en el otro, luego el cuello, y el pecho… No pude dejar de mirarla, y sí, me excité. Entré en casa y cogí la única cámara que tenía. Me coloqué detrás de las cortinas, enfoqué y...

¿Le excitó hacer las fotografías?

No sé. Tal vez. Algunos consideran mi afición una perversión sexual, pero yo no lo creo. ¿Qué mal hago por contemplar la vida a través de mi objetivo? Ya, ya, sólo mujeres. ¿Es ese el problema? ¿El que fotografía los bichos del campo no merece una etiqueta, y yo, en cambio, sí? Todos sois iguales; os sentáis ahí, por encima del bien y del mal, y os atrevéis a juzgarnos. ¡Ella me provocó, la muy guarra! ¡Fue ella, como las otras! ¿Qué podía hacer yo?

Cálmese, ¿de acuerdo? En su situación no debería ser tan impetuoso. Bien. Regresemos a la pregunta de antes: ¿A quién espera?

Las espero a ellas. Siempre las he esperado a ellas. ¿Es esa la respuesta que busca?

¿Y ellas? ¿Le conocen a usted?

El silencio se apodera de la sala, retumba en mis oídos.

No. Pero se vistieron y desvistieron ante mi cámara. De alguna manera, ellas posaron para mí. Si cualquiera puede fijar una imagen en la retina, ¿qué podría impedirme capturarlas en negativo para siempre?


Suena el timbre de mi casa. Hago una pausa en la escritura del sueño que acabo de tener. ¿Espero a alguien? Me recreo pensando que es ella, su biquini blanco censurándole la desnudez. Dejo la estilográfica sobre la mesa, me levanto y me dirijo a la puerta muy despacio. Antes de abrir observo por la mirilla. No es ella. Son dos hombres de semblante grave, desconocidos para mí. Decido no abrirles. Vuelven a llamar al timbre. Aporrean la puerta.

¡Abra inmediatamente, sabemos que está en casa!

No reacciono a tiempo. Los dos hombres echan la puerta abajo. Uno de ellos me sujeta los brazos, me patea los testículos y me inmoviliza en el suelo. Me cubre con su cuerpo. ¿Dónde está ella? El dolor es intenso. Oigo los pasos del otro que registra el piso en busca de no sé quién. En cuanto cesa la presión y puedo respirar, me agito para intentar liberarme.

No sé de quién me habla, digo con un hilo de voz.

Se identifican como policías. Ha habido denuncia por la desaparición de mi vecina. Ya lo sospechaba, hacía días que no la veía. Me callo. Observo con preocupación todas las fotografías. El que me bloquea en el suelo también acompaña mi mirada hacia las instantáneas. Joder, la he cagado.

Ya verás cómo cantas en comisaría, pervertido de mierda...


El agente permanece oculto en la penumbra. Me observa en silencio. Madura la respuesta.

¿Sabe qué pienso? Que es usted un perturbado y no sé qué podría impedir tomar esas fotografías, pero sí me consta quién: Yo. Recuerde que está aquí a raíz de la desaparición de su vecina. Todo su material ha pasado a propiedad nuestra y, esté o no implicado en este caso, no le auguro un buen futuro a menos que cambie de vicio... ¿Un cigarrillo?

5 comentarios:

  1. Este texto fue escrito en cadena por todos los compañeros de clase. Servidor tuvo que escribir el comienzo y el final, y hacer labores de editor, esto es, homogeneizar el estilo y el tono, eliminar partes, reescribir otras... Ha sido una experiencia divertida, la verdad.

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  2. Me ha gustado tiene el sabor de la verdad

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  3. "Si cualquiera puede fijar una imagen en la retina, ¿qué podría impedirme capturarlas en negativo para siempre?". Me quedo con eso.

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    1. Es una frase potente que refleja la obsesión del protagonista. El texto fue escrito de forma colectiva, a mis compañeros les debo mucho del resultado final, y precisamente este fragmento es fruto de la mente de uno de ellos.

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