martes, 7 de junio de 2011

Politicosis


Sucedió que se extendió una nueva enfermedad a la que los epidemiólogos bautizaron como politicosis. A raíz de la misma, en la comarca se formó un auténtico escándalo, pues quienes se aquejaban de tan peligroso síndrome eran ni más ni menos que los más excelsos vecinos, gobernantes de confianza, de toda la vida. La mayoría silenciosa, los no infectados, se dejaron invadir por el pánico y enseguida tomaron cartas en el asunto, organizaron un levantamiento espontáneo y declararon en cuarentena el Ayuntamiento, sellando sus puertas para no dejar salir a nadie. Al cabo de los días, los enfermos, enajenados por su mal, comenzaron a arrojarse desde las ventanas y los desafortunados que sobrevivieron a la caída tuvieron que huir hacia un lugar donde fuesen admitidos. Al parecer la mayoría emigró a la Metrópoli, donde quizás encontraron a muchos como ellos, pero de entre los supervivientes hubo un único hombre que decidió ponerse bajo tratamiento. El médico de la comarca le aconsejó que se fuera distanciando de las prácticas políticas de forma gradual, pues el síndrome de abstinencia provocado por la interrupción de la actividad tendría efectos devastadores en su psique. Asimismo, le recetó trabajos sociales como medicación para combatir los síntomas.

El primer trabajo al que se encomendó fue el de cocinero en un restaurante de postín. Se afanaba en conseguir platos deleitosos, no había compañero que le igualara en intención. Sin embargo, apenas pudo demostrar sus dotes culinarias durante una semana, pues el dueño del local, incapaz de mostrar más conmiseración, se vio obligado a despedirlo al recibir de los clientes continuas quejas por el regusto metálico de la comida.

De modo que, para no entregarse a la locura de su mal, tuvo que buscar urgentemente otra labor social. Así encontró vacante en un poyo de la plaza del Ayuntamiento para trabajar como oyente. Su misión era pasar los días sentado junto a alguien que necesitara ser escuchado, alguien a quien prestar el oído. Sin embargo, apenas pudo demostrar sus dotes de oyente durante una semana, pues enseguida se le bloqueaban los tímpanos y de su boca salía alguna disertación de su repertorio de discursos harto pronunciados.

Apocado, buscó un tercer empleo, el más difícil todavía, niñero. Inesperadamente, al comienzo sí tuvo éxito en este, pues los niños se azorraban con tan solo ver su figura. Sin embargo, los padres pronto decidieron prescindir de sus servicios, pues con tanto sueño sus hijos ni aprendían, ni jugaban, y estaban dejando pasar una penosa infancia en brazos de Morfeo.

Después del tercer fracaso, se dirigió al médico con talante pusilánime. Este, al verlo entrar, reconoció de inmediato que aquella enfermedad difícilmente tendría cura. Por más que se lavara las manos, el olor a dinero aún las impregnaría; por más que se esforzara, tampoco sería capaz de mantener la atención en las plegarias de sus semejantes; y por más que mostrara su lado jovial, no podría entretener a un niño. Aquel hombre no comprendía por qué un día, de la noche a la mañana, se había convertido en un marginado si la historia siempre había sido así, los gobernantes por un lado, la mayoría silenciosa por otro.

Finalmente, se marchó resignado de su ciudad, su comarca, y tomó un camino de baldosas grises hacia cualquier lugar, pero con el maletín rebosante de dinero. Después de vagar durante días, llegó a un extenso campo de cultivo donde buscaban trabajadores urgentemente. Seguro de poder dar todo lo que llevaba dentro, aceptó el trabajo, y desde entonces solo tuvo que enterrar los pies, colocarse cara al sol durante el día y agachar la cabeza durante la noche. Lo único que le molestaba eran esas pipas que le salían por las orejas.

3 comentarios:

  1. La politicosis debe crear adicción porque ninguno quiere curarse.

    Me ha gustado.

    Abrazos,

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  2. La politicosis sólo es fulminante cuando se alía con la banquerosis. Entonces se produce una sintomatología de muy difícil previsión, aunque se han descrito con frecuencia daños irreversibles a nivel social. Sin banquerosis, la politicosis es un mal menor que el paciente se acostumbra a soportar durante toda su vida. Lo peor es que suele ser hereditaria. Saludos.

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  3. Esperanza, la politicosis es una enfermedad que altera la percepción de la realidad, debemos ser comprensivos y solidarios con los afectados. Los pobres no pueden hacer otra cosa.

    José Luis, del estudio diferencial de los síntomas de algunos enfermos de politicosis acabas de extraer una nueva enfermedad, la banquerosis. Te propongo como candidato al Premio Bloggero de Medicina Fantástica. Por cierto, que sepas que acabas de publicar el comentario número 100 de la historia de este blog. ¡Felicidades!

    Saludos y abrazos a ambos.

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