martes, 19 de mayo de 2009

El hermano


Parecía ser una mañana como otra cualquiera, como otra de tantas que había tenido últimamente. Su celda permanecía escrupulosamente limpia, con los zapatos aireados a los pies del suntuoso armario de cuatro puertas. Gustaba de alinearlos para tenerlos siempre a punto por si era preciso salir corriendo. Uno de esos pares lo había comprado recientemente con la ilusión de peregrinar cada amanecer a la pirámide que, decía, le iban a encomendar construir, pero esa mañana, al contrario que las anteriores, recibió la llamada del Faraón. No contaban con él, sin haber tocado aún ni una piedra, sin haber podido demostrar su valía.

La realidad es esta y no otra. Querer desplegar las alas provoca golpes de tijera por doquier. Terminar nuestra maldita carrera y aspirar a más disuade a los caciques de ofrecernos un jornal digno. Es fácil caer en la desilusión y el hastío, pues lo que estamos viviendo no tiene nada que ver con lo que una vez llegamos a imaginar. Somos los peones de una partida de ajedrez, manejados por jugadores mediocres que nos menosprecian e ignoran nuestra verdadera valía.

A mi compañero de prisión, vecino de celda, lo habían encerrado por indecisión y falta de ilusión. Sus puntos de vista se asemejaban en muchos aspectos a los míos, y la cercanía hizo que acabara viéndolo como un hermano. Sin embargo, a pesar de todo, me comporté como un egoísta las veces que logré escapar de la cárcel. Siempre lo había hecho de noche, procurando ser silencioso para no despertarlo en lugar de animarlo a que viniera conmigo.

Ahora había decidido darle la vuelta a la situación, sólo que él ya no regresaría más. Una vez eliminado de la partida de ajedrez podría hacer lo que quisiera, extender sus alas y alzar el vuelo desde el montón de piezas desechadas. Volvería a pisar suelo firme a mil kilómetros de aquí, dejando en este lugar un vacío que no me apetece llenar, pues así al menos lo recordaré como lo que es: Un tipo grande.

Mucha suerte, hermano.

4 comentarios:

  1. una seguidora tuya20 de mayo de 2009, 12:59

    Realmente precioso y emocionante, la vida es injusta siempre con los que no se lo merecen, así hay que aceptarla dicen, aunque nos rebelemos contra el mundo.

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  2. Tu compañero de celda tiene que sentirse orgulloso de tenerte "hermano"

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Me ha gustado mucho el texto. Me ha gustado como escribes, creo que me pondré al día con tu blog y lo añadiré a mis RSS.

    Me recuerdas escribiendo a otro gaditano, supongo que os viene de fábrica...

    Por cierto, no sabía que siguieras el webcómic de mi amigo. Qué pequeño es el mundo.


    Juanfra

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