lunes, 1 de diciembre de 2008

La mierda


Siete días, siete malditos días son los que llevo sentado en esta silla, y puedo asegurar que no la echaba de menos. Prefiero morir de pie que vivir sentado en ella. Cama, silla, ventana, y cama, y silla, y ventana. Un ciclo repetitivo cuya entrada es tan sencilla como difícil resulta salir de él. Las luces de la ventana me insuflan estupor hipnótico, como el de las luciérnagas cuando se acercan a a las farolas; soy un bichito de luz de sesenta y cinco kilos. No encuentro el lápiz y tampoco el maldito papel. Sin ellos no soy capaz de poner en orden las ideas, y éstas están tan ordenadas como la hierba en el bolo alimenticio de una vaca.

Desde que mi psicólogo me obligó a volver a ingresar en prisión, no he sido capaz de encontrar el sentido de este paso hacia atrás. Qué sencillo le resultó persuadir a su mascota. No he recibido nota alguna por la ventana, y a través de ella no percibo excesiva actividad, a no ser el tedio que resulta de exprimir la rutina hasta su última gota de jugo. Algunos desconocidos se pasean por el pasillo de la prisión; parecen muy ocupados en sus quehaceres, pero apenas les presto atención, aunque en realidad son ellos quienes me ignoran.

Quizás la vida no tenga más significado que limitarse a permanecer encorvado como un cuatro, esperando a que la guadaña sesgue esa última esperanza. Sí, estoy seguro, ese es el sentido de la vida, de mi vida; las demás me dan igual. O quizás sea esto lo que mi psicólogo pretende que piense. Tal vez me esté poniendo a prueba y desee ver cómo me ahogo en la desidia. ¡Maldita sea, esto no tiene sentido! ¡Una vida tan simple no puede ser tan complicada!

Vuelven a aparecer los hilos de la telaraña. Se multiplican, penetran en mi cerebro a través de los oídos y los ojos. Apenas consigo oír y ver. La confusión se transmite por los hilos como una corriente eléctrica. La seda vibra, está hablando; es la voz de mi psicólogo.

"¿Por qué habría de ser la existencia de un hombre diferente a la de los demás animales? Sobrevivir, encontrar comida y refugio, copular por puro instinto, no tener piedad con aquél que ose husmear tu cerco meado. ¡Aprende la lección de una vez, necio!"

Ahora soy yo quien ríe de puro sarcasmo contra mí mismo. Mi cerco se sitúa alrededor de esta celda. Nadie va a penetrar dentro de ella. Protegeré mi mierda como lo que es, mi mayor tesoro, y quien quiera un poco de ella, que se ponga a la cola.

1 comentario:

  1. Dile a tu psicólogo qeu se equivoca, que la lección es totalmente distinta.
    Son distintas, nuestra existencia y la de los demás animales son absolutamente distintas... precisamente porque podemos ir contra el instinto, porque podemos perdonar a quien huela nuestro cerco, porque podemos dar comida y refugio a quien no tiene nada que ver con nosotros... porque podemos romper todos los cercos. Somos capaces de compartir incluso la mierda.
    Un saludo, mi herético amigo.

    ResponderEliminar

Si has de decir algo, dilo ahora... o cuando puedas.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...