Cada vez que imagino el espacio de trabajo de un escritor puedo visualizar sus dedos tecleando sobre una máquina de escribir o un ordenador portátil; en un espacio abierto a la naturaleza o un despacho con un único punto de luz por debajo de sus ojos, que sólo ilumina las palabras que escribe; pero lo que nunca puedo disociar de esta visión, cuando el escritor mira al aire en busca de su musa, es al artista sostenido por un cigarro y el suave humo del café que tiene frente a él. Yo, que ni fumo ni tomo café, siento que me sobran las manos cuando me pierdo en el vacío del universo creativo. Quizás, por ello, muchas veces me falta el temple de los constantes o la inspiración de los que lo hacen por vocación.
Quizás, por ello, no llegaré a ser escritor.
Solo el que se hace preguntas encuentra las respuestas, solo el que se percata de sus puntos débiles se hace fuerte a partir de ellos, solo el que persigue un sueño lo alcanza.
ResponderEliminarTu sigue así que aún te queda mucho camino que recorrer antes de que bifurcar de rumbo sea una opción.
Seguiremos recorriendo el camino, ¡por supuesto! Ahora es cuando empieza lo bueno.
EliminarPues no te cuento yo, que dejé de fumar y sólo tomo café muy de mañana. Abrazos
ResponderEliminarLa otra tarde tomé una buena dosis de chocolate y fue una de las jornadas más creativas que recuerdo. Una fuente de energía alternativa, aunque también es bastante contaminante para el organismo.
EliminarUn abrazo.
No fumo (nunca lo hice; es más, aborrezco el cigarrillo con toda mi alma...) ni tomo café; pero el mate es mi eterna compañía en los minutos que todos los días puedo dedicar a despuntar este vicio que es escribir.
ResponderEliminarNo aflojes, Adrián, y seguí buscando tu fuente de energía. Todos estamos en lo mismo...
¡Saludos!
Muchas gracias por tus palabras y por tu visita, Juanito.
EliminarUn saludo.