miércoles, 23 de mayo de 2012

Los nuevos vecinos


Llega al portal de su edificio. Sobre la espalda carga en bandolera una bolsa de comida y el peso de la jornada laboral. En su cabeza, las ganas de repantigarse en el sofá, hacer unas palomitas y beber vino mientras ve una serie con su novia. Cuando va a introducir la llave en la cerradura, comprueba que la puerta se encuentra abierta. Entra, la cierra y enciende la luz. La finca data del año mil novecientos, se percibe en las angostas escaleras y la escasa altura del techo de la entrada. Apenas ha llegado al rellano de la primera planta le golpea un intenso olor a queso, o lo que cree que es queso. Oye un sonido de bolsas, pero no escucha pasos de vecino. Sube dos escalones más y se topa con una mujer mayor: tez sucia, pelo enmarañado, pijama, bolsa con dos barras de pan, una manta enrollada en un brazo. Buenas noches, saluda educadamente ella, Buenas noches, responde él. No se miran. Ella desciende las escaleras de forma silenciosa; él asciende del mismo modo. Después no oye que la mujer haya abierto la puerta de la calle. Recuerda que dos días atrás le había llamado la atención una hoja pegada en la pared junto a los buzones, escrita por algún vecino: por favor, cerrar la puerta porque entran indigentes y lo llenan todo de mierda. Hoy no la ha visto. Por dentro percibe el choque contradictorio de dos sensaciones: asegurarse de que el portal esté cerrado y, si encuentra a la mujer, invitarla de forma diplomática a que se vaya para evitar problemas; o bien dejarla tranquila, que tampoco hace daño y suficientes tribulaciones tiene ya.

Alcanza la cuarta planta, entra en casa y se lo dice a su novia, Me he encontrado con una indigente en la escalera. En su lengua nota el sabor amargo de las palabras que acaba de pronunciar. ¿Cuál es el origen del desagrado que siente? ¿Haberse encontrado con esa mujer, o el hecho de que la pobreza siga hambrienta y fagocite a más y más gente? La reacción de la novia es ambivalente. Qué miedo, dice de primeras, pero después, Ay, me da cosa, ¿no deberíamos darle algo? Él, por dentro, duda. ¿Hasta qué punto dejarla en la escalera se convierte para él en un modo de protesta, y con qué fin? ¿Para que los vecinos aprendan la lección y de una vez cierren la puerta? ¿O acaso es un gesto contra la crisis actual? Los poderosos no suben escaleras oscuras y angostas, por tanto no saben que sirven de cama a mucha gente a la que se privó de hogar; aunque tampoco les importa. ¿No será más que conmiseración lo que siente? Responde a su novia, A ver, hambre no va a pasar, llevaba pan, creo que ya le estamos dando algo si le dejamos que duerma dentro del edificio. A continuación piensa que, de noche, las escaleras del barrio deben estar pobladas por sin techo.

Más tarde se irán a la cama y él, al cerrar los ojos, se verá a sí mismo, famélico, con barba desgreñada, descalzo y con un cartón de vino, al abrigo de un cajero automático.

Y es que, en la actualidad, pasar de la comodidad del hogar a la indigencia es tan fácil como salir por la puerta y perder las llaves.

11 comentarios:

  1. Un retrato perfecto de un actualidad imperfecta por el egoísmo. Has trazado un relato de rabiosa actualidad, en forma de crónica real, muy real...

    Besicos

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    1. Cabopá, tan real como que está basado en hechos reales...

      Un abrazo.

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  2. Tu último párrafo lo resume muy bien: tan fácil como eso.
    Todo tu texto es un fiel reflejo de la realidad que nos está cercando.

    Besitos

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    1. Elysa, por eso mismo hay que ser, no ya solidario, sino respetuoso.

      Un abrazo.

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  3. Es genial Adrián, desgraciadamente es más normal de lo que imaginamos.... Besitos. Vanesa

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  4. Tengo un hermano viviendo por tus lares (soy de Argentina), y sé lo difícil de la situación eonómica por la que están atravesando. Y que deseo, con todas las ganas, se supere pronto.
    Tu texto refleja fielmente las historias de vida que me llegan desde allá.
    Muy bueno tu relato, ¡felicitaciones!
    Saludos.

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    1. Perdón por mi mala educación y no responderte a tiempo. La situación por aquí no hace sino agravarse, no sé hasta dónde vamos a llegar.
      Gracias por tu visita y tu comentario.
      Un abrazo.

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  5. Nadie está libre. Hoy es por la crisis y es más evidente pero siempre ha sido así, no hace falta no tener dinero, solo hace falta no tener esperanza. A veces es un giro del destino; crees que lo tienes todo y algo dentro de ti se gira, o algo externo a ti te hace girar....y lo pierdes todo.

    Me alegra haberte encontrado. Voy a dar un paseo por aquí.

    Saludos.

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    1. Perdón por la tremenda demora en responder... ¡Gracias por visitarme, y bienvenida!

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  6. He sentido muy cercanas las reflexiones de tu protagonista y coincido con él en lo fina y sutil que es la raya que separa la riqueza de la pobreza y lo fácil que es sobrepasarla.

    Un abrazo,

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    1. Perdón por mi demora... Me dormí en los laureles. La línea de separación es cada vez más sutil, y más débil el soporte económico que sustenta el lado de los "privilegiados" que tienen trabajo y techo bajo el que dormir.

      Un abrazo.

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