jueves, 14 de octubre de 2010

Buena gente


Los sentimientos son estados temporales de nuestras vidas. Nos desplazamos continuamente entre unos y otros por medio de sinapsis a las que llamamos impulsos. Una acción externa provoca en nuestro sentimiento una reacción, el impulso, y aunque basamos toda nuestra existencia en la búsqueda del equilibrio, si en todo momento se recorre el mismo camino jamás se podrá conseguir. Acabamos formando un circuito cerrado de sentimientos e impulsos conocido como personalidad. La clave para alcanzar el estado deseado consiste en, llegado el instante adecuado, abrir el ciclo y moverse por nuevas pasiones. De esta manera habremos creado un nuevo rasgo de nuestra personalidad. Una vez que se alcanza el estado objetivo, es posible que se deba renunciar a toda acción externa que pueda perturbar la paz interior.

Pero seamos realistas. Para la mayoría de la gente, esta cruzada se torna un soberano coñazo, y lo normal es que acaben renunciando y se conformen con ser una chispa que se mueve a través de la red de sentimientos de una comunidad. La mayoría de las personas, a menos que tengas la suerte de ser un aislado foco de indiferencia, son, además de receptoras, emisoras de impulsos. Dado que últimamente me encuentro de buen humor, no indagaré en la lacra de las comunidades, sino en el extremo opuesto, es decir, en aquellas personas que transmiten bondad, afectuosidad, familiaridad. En suma, energía positiva que ayuda a conseguir, aunque efímera, paz interior, orden mental y emocional difíciles de lograr si se carece de humanidad. Por consiguiente, la buena gente, aquella que libera su gracia a los demás, es la chispa, la fuerza motriz que dirige a sus camaradas hacia el bienestar inmaterial.

Hay personas a quienes ves por primera vez, ya sea en persona, ya en una imagen, y tan sólo con su rictus te impulsan hacia el sosiego. Una mirada y una sonrisa bonachona pueden colmar el corazón e incluso poner un nudo en la garganta, pues son capaces de hacerte rememorar algunos rostros que ya no están y recuerdas con cariño. Muchos de ellos pasan desapercibidos por la inmensa mayoría, o bien caen en el olvido y su grandeza es exaltada hipócritamente en los epitafios.

Me vienen a la mente un parque, un banco y, sentado en él, un hombre mayor con bigote blanco, gorra de chotis y bastón. Pienso en un segundo hombre, muy parecido al primero, que camina por la calle mientras se fuma su purito diario. Un tercer anciano desafía a su encorvada espalda y acude al mercado para saludar con una sonrisa a los encargados; lo que llegue a comprar es lo de menos.

Veo también los rostros de dos hombres que se han ido este año y afortunadamente no cayeron en el olvido. Al primero lo conocí en persona durante unos minutos; dio un precioso pregón de una feria del libro y a continuación me dedicó "El Evangelio según Jesucristo". Y, aunque al segundo sólo lo vi en películas como "Atraco a las tres" y en series como "Los ladrones van a la oficina", cuando a ambos los contemplo en sendas fotografías, el tiempo se congela a la par que mi garganta es pellizcada por la nostalgia. Sus miradas que cuentan historias, sus sonrisas de gratitud y la forma de hablar me lo transmiten. No importa el estado en que me encuentre, pues son chispazos que siempre me impulsan a sentirme bien. Tengo filiación por ellos, y lo poco que sé me vale para imaginar que eran dos hombres buenos, tan parecidos a un abuelo que no puedo sino echarlos de menos.

Gracias, José. Gracias, Manuel.

2 comentarios:

  1. No puedo decir nada más que GRACIAS, por transmitirme tanto y tanto con estos dos parecidos, tú al menos conociste a uno y te quedan sus palabras dedicadas, yo fuí tonta por tener tan cerquita a Manuel y no sentarme a su lado a darle un beso, hablar con él, cogerle la mano...tal vez porque me recordaba mucho a cierta persona y me habría derrumbado.

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  2. Escuchar a José me contagiaba una paz enorme y ver a Manuel era como ver una catarata arrojando bondad contra un rio llamado humanidad que tan escasa está de ella.
    Gracias por acordarte de ese fumador de puritos que tanto nos dio sin pedirnos nada a cambio.
    Gracias.

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